(AICA) Continuando con su catequesis sobre la oración, el Santo Padre explicó hoy, durante la audiencia general que “la oración nos abre de par en par a la Trinidad y al inmenso mar de Dios Amor”.
“¿Por qué el hombre debe ser amado por Dios?”, planteó el papa Francisco esta mañana durante la audiencia general, celebrada en la Biblioteca del Palacio Apostólico, continuando con su ciclo de catequesis sobre la oración, en esta ocasión el pontífice reflexionó sobre “la oración y la Santísima Trinidad”.
Antes de conocer a Jesús, dijo, “realmente no sabíamos cómo rezar: qué palabras, qué sentimientos y qué lenguajes eran apropiados para Dios”.
Francisco indicó que en la petición de los discípulos “Señor, enséñanos a orar”, hay “todos los tanteos del hombre, sus repetidos intentos, a menudo infructuosos, de volverse hacia el Creador. No todas las oraciones son iguales, ni todas son convenientes: la Biblia misma da fe del mal resultado de muchas oraciones, que son rechazadas. Quizás Dios a veces no está contento con nuestras oraciones y ni siquiera lo notamos.
“Pero quizás el reconocimiento más conmovedor de la pobreza de nuestra oración floreció en los labios de ese centurión romano que un día le rogó a Jesús que sanara a su siervo enfermo. Se sentía totalmente inadecuado: no era judío, era un oficial del odiado ejército de ocupación. Pero la preocupación por el siervo lo hace atreverse, y dice: “Señor, no soy digno de que entres a mi casa, pero di una palabra y mi siervo sanará”.
“El diálogo con Dios es una gracia: no somos dignos de él, no tenemos derecho a acampar, ‘cojeamos’ con cada palabra y cada pensamiento. Pero Jesús es una puerta que se abre”.
“¿Por qué –preguntó entonces– el hombre debe ser amado por Dios? No hay razones obvias, no hay proporción. Tanto es así que en la mayoría de las mitologías no se contempla el caso de un dios que se preocupa por los asuntos humanos; al contrario, son molestos y aburridos, completamente insignificantes. Un Dios que ama al hombre, nunca hubiéramos tenido el valor de creerle si no hubiéramos conocido a Jesús”,
“¿Qué Dios está dispuesto a morir por los hombres? ¿Qué Dios ama siempre y con paciencia, sin pretender ser amado a cambio? ¿Qué Dios acepta la tremenda falta de gratitud de un hijo que le pide la herencia de antemano y se va de casa despilfarrando todo? “Es Jesús quien revela el corazón de Dios”, explicó el Papa
Un amor que se expande a todos los hombres
“Jesús -añadió- nos dice con su vida hasta qué punto Dios es Padre. Nadie es Padre como él: la paternidad, que es cercanía, compasión y ternura. No olvidemos -repitió- estas tres palabras, que son el estilo de Dios, son la forma de expresar su paternidad con nosotros“.
Nadie ama como el Señor. “Imaginamos con dificultad y de lejos -afirma el Papa- el amor del que está preñada la Santísima Trinidad, y qué abismo de mutua benevolencia existe entre Padre, Hijo y Espíritu Santo”.
Sobre todo, estaba lejos de nosotros creer que este amor divino se expandiría, aterrizando en nuestra orilla humana: somos el fin de un amor que no tiene igual en la tierra. El Catecismo explica: “La santa humanidad de Jesús es el camino por el cual el Espíritu Santo nos enseña a orar a Dios nuestro Padre”.
“Ésta es la gracia de nuestra fe -concluyó el pontífice-. Realmente no podríamos haber esperado una vocación superior: la humanidad de Jesús hizo disponible para nosotros la vida misma de la Trinidad”. +